La sobremesa

 

A mí me encantan los domingos. ¿Por qué? Pues porque ese día nos reunimos para almorzar todos los de la familia, incluyendo a mis tíos y a mis primos y, por supuesto, a mis abuelos también. La comida es una excusa para poder estar todos juntos. Somos una familia muy numerosa: 13 en total y con Huesón, el perro, 14.

Almorzamos tarde, como a las 2:30 p.m. y luego viene la parte que más me gusta: la sobremesa. Ya sé que mi papá, mi abuelo y mi tío Felipe van a ponerse a hablar de política. A veces yo me quedo y los escucho. Mi abuela, mi tía Julia y mi mamá toman manzanilla o anís para hacer la digestión. Nunca puedo saber lo que hablan porque cuchichean entre ellas y cuando me acerco, cambian de tema. Los primos grandes buscan la oportunidad para tomar un jeréz con el permiso de los adultos. Ellos ya van a la universidad y hablan sobre sus novias y sus novios. Los primos chicos nos levantamos apenas podemos y comenzamos a jugar o vemos una película en la tele.

people sharing a meal outdoors

Foto: daniella gonzalez CC BY-NC 2.0

Pero a veces, toda la familia conversa sobre algún tema común en vez de estar en grupos separados. Mi papá se encarga de que todos puedan hablar y ser escuchados. Él pone orden. Alguien tiene que ponerlo porque somos muchos y, sobre todo, mis hermanas y mi tía quieren hablar todas al mismo tiempo. Generalmente, esto sucede cuando ocurre algo que nos concierne a todos, como el matrimonio de la prima Domitila o el bautizo del ahijado de mis papás o el nuevo parque de diversiones que están construyendo a las afueras de la ciudad. Todos queremos hablar y mi papá dice quién habla primero y quién segundo, etc. Podemos quedarnos horas conversando, como hace dos semanas que dieron las seis de la tarde y nosotros seguíamos sentados en la mesa. ¡Por eso me gustan mucho los domingos, porque parecen interminables!